jueves, 5 de julio de 2018

"Ave Fénix" de J. R. M. Ávila




Por Raymundo Gerardo Elizondo Ríos



El hecho de escribir es en sí mismo un acto de liberación y de libertad. Liberación al expresar la interioridad de los pensamientos y libertad al comunicarlos para que sean compartidos con los demás.

Expresión y comunicación son dos procesos complementarios e imprescindibles de la manifestación humana. Sin embargo, cuando se escribe por iniciativa propia empleando la imaginación para re-crear la realidad, estos dos procesos se subliman para presentar una nueva realidad conformada por la ficción. Ficción que nos ofrece no mundos mágicos o increíbles, sino mundos construidos en la perspectiva de lo pensable y de lo posible. Así, la obra literaria expresa, comunica y re-crea estableciendo su vigencia más allá de los tiempos y de los espacios a los que se circunscribe la existencia humana.

Juan Ricardo Martínez se ha asumido en la tarea de escribir para darnos a conocer sus mundos pensables y posibles en esta colección de cuentos (y un relato) agrupados bajo el título de “Ave Fénix”.

Las narraciones que componen esta publicación ponen de manifiesto la formación personal e intelectual de su autor. Su infancia transcurrida en el seno de la tranquilidad familiar, en El Mezquital, Apodaca, N.L. y su paso por la primaria en la misma comunidad, su adolescencia y juventud en la secundaria de la cabecera municipal y en la Escuela Normal “Miguel F. Martínez”. Sus estudios en la Normal Superior “Moisés Sáenz Garza”, así como de posgrado en la Escuela de Graduados de la misma institución.

Pero por encima de todo esto, Juan Ricardo ha cultivado siempre dos disciplinas que lo han llevado a desarrollar su natural habilidad y vocación para escribir: la lectura y la investigación. Disciplinas realizadas fuera de todo formalismo u obligación, más bien como una necesidad de encontrarse y definirse a sí mismo en una sociedad que le plantea interrogantes que él resuelve a través de la ficción, entendida ésta en los términos expuestos al inicio de este escrito.

Lectura e investigación han convertido a Juan Ricardo en un autodidacta que recoge una vivencia, una leyenda, una simple conversación, un personaje de la comunidad, un evocador recuerdo, entre muchas otras cosas, para dimensionarlos literariamente y presentarnos su propia realidad mediante cuentos y relatos.

No somos de la idea de clasificar o encasillar una obra literaria en algunas de tantas corrientes o tendencias existentes o por existir; es obvio que las lecturas de otros influyan en la formación de un escritor; sin embargo, en la producción de Juan Ricardo Martínez observamos una síntesis intelectual de lo vivido, de lo estudiado, de lo leído y también, por qué no decirlo, de lo pensado y lo pensable. De tal suerte que no hay en esta producción una actitud “esnobista” o intelectualoide por imitar o seguir a los grandes narradores (muy común entre algunos que escriben), sino una claridad de pensamiento matizado por el poder de la ficción, para objetivarse en la fluidez y la amenidad de la escritura. Así, en la obra narrativa que aquí se presenta no podemos hablar de imitación fatua, sino de originalidad fecunda.

Esta originalidad se pone de manifiesto cuando a través de un estático y pasmoso sapo, el autor nos expresa y comunica el dominio que sobre el otro ejerce uno de los miembros de la pareja, o cuando a través de un milenario y enigmático camaleón nos hace sentir el miedo natural del hombre hacia lo inexplicable; o bien, cuando un árbol es testigo de la pérdida de la inocencia de una niña en un acto de brutal instinto, antes que de amor y deseo realizado.

Por otra parte, algunos de los cuentos de esta colección revelan una crueldad sublime. Sólo leyendo Un oscuro silencio, La noche de los alacranes, De mala sombra y Donde la letra acecha entenderemos el porqué de esta paradójica afirmación.

La aparición recurrente de la muerte es otra de las características de las narraciones de esta obra. Es interesante cómo nos presenta Juan Ricardo este fenómeno inherente a la vida del hombre: como resultado de silenciosas y planeadas venganzas; como la dama que se invita a bailar para luego, de manera muy caballerosa, acompañarla hasta su casa; como la mujer con quien se platica para contarle lo que ocurre en el hogar que ha dejado en la orfandad; como un estado de resurrección en el que un anciano se transfigura en mítico personaje después de sucumbir ante penosas enfermedades; como evocador recuerdo del abuelo cuyo anhelo era tener un cuarto para leer y como un ambiente de tinieblas en el que la angustia guía la búsqueda del ser amado.

Polvo de luna llena es la recreación de una leyenda en ciernes, narración que se ha difundido mucho últimamente en la región noreste de México; la encontramos tanto en relatos orales de la gente, como en diversas versiones de corridos interpretados por grupos musicales reconocidos en nuestro medio. Juan Ricardo le imprime un sello de originalidad utilizando descripciones y diálogos, además del extraño polvo que la luna vierte sobre la protagonista.

Una misteriosa montaña es el ambiente físico de la muerte en Despojos. Aquí, a través de un flujo de conciencia, el protagonista busca desesperada y confundidamente al ser amado, o lo que de él queda entre un cúmulo de restos humanos. El mensaje que se desprende es que amamos la carne, pero que, cuando ésta se ha consumido y de quien amamos sólo quedan huesos indiferenciados, ¿será posible que la materia trascienda a la esencia?

Cadena es un cuento enigmático en el que el lector tendrá que descubrir qué o quién es el intruso que interrumpe el maternal acto de amamantar a una criatura. Esta historia también procede de una leyenda norestense, comentada por nuestros padres y nuestros abuelos.

El singular personaje que aparece en todos los barrios o las comunidades lo encontramos en Rosalío, un ser despreciable que ha coexistido en la vida infantil de la chamacada que le teme y le odia, por lo que no desaprovecha la oportunidad para jugarle una inocente, pero aleccionadora travesura. Rosalío, en la ficción del autor, ha dejado de ser el “viejo del costal” para convertirse en el “odioso de la carretilla”.

La orfandad en retrospectiva es el tema de Buscando a mamá. La casi obligada desintegración familiar cuando falta alguno de los padres, así como las tristezas y desventuras por las que atraviesan los hijos, son narrados con una percepción muy particular del mayor de ellos al vivenciar la pérdida sufrida, desde que ésta ocurre hasta el momento en que ya es un anciano y presiente la llegada de su propia muerte.

Ave Fénix resulta de un paralelismo conceptual entre lo que es el final de la existencia de un octogenario abatido por mortales achaques y el ancestral mito del ave que resurge de las cenizas. Quizá Juan Ricardo quiere decirnos su particular punto de vista sobre la resurrección, el momento en que muchos dicen que el alma deja el cuerpo terrenal para pasar a un estado de inmortalidad y gozo eterno.

Más que un cuento, por su estructura y extensión, Amanda es un romántico relato en el que el amor de la pubertad es tratado de manera inocente. Es la historia del amor ideal que todo ser humano experimenta y que cultiva con la ilusión de una mirada, de una foto; con el ansia apremiante por encontrarse y con el inexplicable temor por ser descubierto.

Así, entre la polifacética muerte; entre amores juveniles, y otros traicionados; entre sapos, hormigas, alacranes, camaleones y algún otro ente que debe descubrirse; entre personajes cotidianos, y otros que ya se fueron; Juan Ricardo Martínez, a través de un lenguaje directo, en ocasiones rudo, pero eminentemente literario, nos da a conocer sus mundos posibles en esta publicación que es sólo una antología de los múltiples trabajos narrativos que ha realizado; y que son, indudablemente, de una calidad artística extraordinaria.

El lector de este material establecerá inmediatamente una relación de empatía con el autor, desentrañando las tramas que él ha urdido en cada narración, identificando personas y situaciones comunes, aceptando o rechazando sus planteamientos, en suma, comunicándose a través del inagotable canal de la literatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario